El miedo a ser de carne y hueso: un vistazo a la maternidad idealizada



Todas lo hemos leído o lo hemos oído, los interminables comentarios de lo cuan espectacular es el embarazo. Yo no sé ustedes, pero yo, era un dragón escupe hormonas. Yo no me sentí hermosa, ni activa y ni irradiaba paz. Todo lo contrario, no sabía qué ponerme, iba tan nerviosa a los ultrasonidos que sudaba como si estuviera en una clase de zumba en el desierto y cuando llegué al 7mo. mes no quería salir a la calle porque parecía Violet de La Fábrica de Chocolates (para las que no saben es la niña que se infló y se puso azul en la peli de Willy Wonka).

Haciendo memoria, hace 5 años no existía este “fenómeno” donde la gente siente la necesidad de expresar en sus redes sociales “sólo” el lado más favorecedor de las cosas. Hoy día jamás verás la foto de los pies hinchados, de la ropa de saco de papa o del terrible acné que te producen las hormonas. Eso seguro es un porcentaje muy bajo. Hace poco, una amiga a quien amo con locura porque siempre habla a calzón quitado, compartió un artículo que se titulaba “El miedo a quejarse de la maternidad” y habla de que hay una generalización a través de los medios de la “maternidad idealizada” y que con eso solo conseguimos convertir muchos temas en tabú. Para muestra un botón: ninguna anda diciendo por allí “es que yo tuve depresión post-parto muy severa” o “me sentía tan horrible que no quería tener sexo con mi esposo”.

Tendemos a admirar más a la madre que sale como si nada del hospital, radiante, sonriente y flaca como Kate Middleton, que a la que sale adolorida de la cesárea. Aplaudimos a la que muestra el seno diciendo que la lactancia es lo mejor que le ha pasado, que a la que dice que los pezones le duelen como nunca y está harta. No todas tenemos el embarazo ni la maternidad perfecta. A mi me preguntaron cuantos meses tenía el mismo día que tenía la cita para retirar los puntos de la cesárea, ¡cero puntos a la autoestima! Por qué no hay comentarios alentadores y likes para la que dice: “estoy reventada y ojerosa pero aquí voy”. Por qué debe sentir pena o miedo la que admite que llora todo el día y cree que necesita ayuda. Aunque no lo parezca, esa idealización innecesaria hace que se pierda esa vivencia de carne y hueso que tenemos las mujeres al ser madres. Ser madre es duro, sacrificado, hormonal, visceral y crudo al mismo tiempo que es hermoso, milagroso y te llena de amor.

Así como el cuerpo se expande y se abre, así también se abre nuestra alma. Quedamos al descubierto con los sentimientos a flor de piel. Y ver que nuestra sociedad exalta y venera sólo la parte “hermosa” hace que muchas escondan sus sentimientos…y no debe ser. Debemos poder ser libres de expresarnos y procesar toda esa gama de sentimientos sin sentirnos culpables. Debemos poder “salir del clóset de la maternidad idealizada” y poner sobre la mesa esos temas que nadie habla. Deberíamos poder estar cómodas diciendo: amo estar con el bebé cuando doy pecho pero hoy quisiera dormir y le daré un biberón. 

¡Salgámos del clóset! Digamos lo que sentimos, hablemos entre nosotras sin miedo a ser juzgadas o tildadas de mala madre. No todas somos iguales y esa es la clave. Al ser todas diferentes y con experiencias distintas, podemos ayudarnos unas a otras. No se crearía unión, entendimiento y empatía entre las personas si no hubiese algo que aprender del otro. Si todas fuéramos iguales, todas felices y divinas, qué consejo o ayuda podemos brindar. Ninguna.

El 10% de las mujeres sufren de depresión post parto. Y yo fui una de ellas… Yo estuve allí, en silencio reprochándome a mi misma que no cabía sentirse cansada, no cabía sentirse adolorida ni cabía sentir miedo. Tal vez, ese 10% fuera menor si todos los que rodeamos a las recién madres fuésemos receptivos sin emitir juicios. Si dejáramos atrás esa ideas preconcebidas y permitiéramos las mujeres expresen y vivan su maternidad con todo lo que ella conlleva: con lo bueno, lo malo y lo feo.

La maternidad es y será siempre una hermosa aventura. Con altas y bajas, con vueltas y curvas, con aciertos y desatinos. Aprendamos todas a vivirla en voz alta, les aseguro que es más maravillosa y divertida así.