Guardar los pequeños zapatos, recoger el lego solitario, curar heridas y remendar botones...ese es el trabajo silencioso. El trabajo pequeño, muchas veces invisible, pero al cual nadie le puede calcular su valor porque simplemente es demasiado grande.
La mamá héroe que espanta monstruos y pesadillas, la enfermera sin título que administra medicinas. La conciliadora de riñas fraternales, la maestra que enseña sin saber de pedagogía.
A ti, que haces tanto, discretamente cuando no te miran. Te preocupas por un uniforme impecable, por la comida bien hecha y por que la noche no sea muy fría.
Te dieron una tarea sin darte manual y los haces día tras día, firme y sin descanso. Educas y disciplinas aunque por dentro te duela. Sueñas y te desvelas sin ser para ti misma.
Silencioso e invisible a veces sentimos que es, pero aquí hoy te digo: yo lo puedo ver.
Veo tu sacrificio, veo tu entrega y te doy las gracias porque ese trabajo que haces, por minúsculo que se vea, regresará a este mundo en forma de personas buenas que se sintieron amadas y protegidas. Y ese es un mundo en el que quiero que mi hija viva.
Gracias mamá.