Realmente no quería escribir este post. Primero porque no quería darle publicidad ni más color a un evento horrible como el de Sandy Hook Elementary. Pero dentro de mi, siento la necesidad como una persona sencilla que escribe y que tiene la dicha de ser madre, de poder plasmar las cosas que no le puedo explicar a mi hija de 2 años.
Aunque ella no tiene idea de las cosas que pasan en el mundo, estos son los momentos donde es importante hablarle a los pequeños de ciertas cosas. Quisiera poder decirle lo que pienso en estos momentos, pero sé que cuando ella tenga la edad para oírlas ya yo las habré olvidado.
Decirle que el mundo no está lleno de maldad ni eventos desgarradores, quisiera decirle que aunque en las penumbras más grandes hay luz. Que los seres humanos somos capaces de dañar pero también de amar y que eso es lo que debemos hacer. Que todos con certeza nos vamos de este mundo, pero nosotros decidimos en qué términos, si llenos de odio o llenos de amor, como la maestra Vicky Soto, que cubriendo a sus estudiantes perdió su vida.
Que un gesto amable puede cambiar la vida de alguien aunque no lo creas. Tal vez el niño retraído y sin amigos deje de odiar al mundo si solo alguien le sonríe o le saluda o le toma en cuenta como compañero de laboratorio.
Que cuando no lo creas, habrá alguien para darte la mano, y que, a veces tú la debes que dar. Un abrazo reconfortante, una cobija para abrigar, una llamada para decir: yo estoy aquí.
Ver tantos testimonios en las noticias sobre lo ocurrido en una escuelita, en un suburbio, en un lugar donde nunca pasa nada, me hace pensar en tantas cosas sobre el mundo en que vivimos, tanto buenas como malas. Pero sólo quiero hablar de las buenas, no quiero hablar de las tragedias.
Quiero hablarle a mi hija de lo más importante en el mundo: el amor... Amor para ti mismo, amor para tu familia y amor para nuestros semejantes. Que lo que hacemos con amor es fuerte, irreversible, duradero, reconfortante, especial, generoso, inquebrantable y que esa es la fuerza que nos conecta, nos mueve, nos eleva y nos abre las puertas de los corazones. Que al final del día cuando llegas a casa, no importa si tienes el mármol más lujoso, el auto más caro o la casa más fotografiada si adentro no hay con quien compartir ese día, la verdad no tienes nada.
: )
Aunque ella no tiene idea de las cosas que pasan en el mundo, estos son los momentos donde es importante hablarle a los pequeños de ciertas cosas. Quisiera poder decirle lo que pienso en estos momentos, pero sé que cuando ella tenga la edad para oírlas ya yo las habré olvidado.
Decirle que el mundo no está lleno de maldad ni eventos desgarradores, quisiera decirle que aunque en las penumbras más grandes hay luz. Que los seres humanos somos capaces de dañar pero también de amar y que eso es lo que debemos hacer. Que todos con certeza nos vamos de este mundo, pero nosotros decidimos en qué términos, si llenos de odio o llenos de amor, como la maestra Vicky Soto, que cubriendo a sus estudiantes perdió su vida.
Que un gesto amable puede cambiar la vida de alguien aunque no lo creas. Tal vez el niño retraído y sin amigos deje de odiar al mundo si solo alguien le sonríe o le saluda o le toma en cuenta como compañero de laboratorio.
Que cuando no lo creas, habrá alguien para darte la mano, y que, a veces tú la debes que dar. Un abrazo reconfortante, una cobija para abrigar, una llamada para decir: yo estoy aquí.
Ver tantos testimonios en las noticias sobre lo ocurrido en una escuelita, en un suburbio, en un lugar donde nunca pasa nada, me hace pensar en tantas cosas sobre el mundo en que vivimos, tanto buenas como malas. Pero sólo quiero hablar de las buenas, no quiero hablar de las tragedias.
Quiero hablarle a mi hija de lo más importante en el mundo: el amor... Amor para ti mismo, amor para tu familia y amor para nuestros semejantes. Que lo que hacemos con amor es fuerte, irreversible, duradero, reconfortante, especial, generoso, inquebrantable y que esa es la fuerza que nos conecta, nos mueve, nos eleva y nos abre las puertas de los corazones. Que al final del día cuando llegas a casa, no importa si tienes el mármol más lujoso, el auto más caro o la casa más fotografiada si adentro no hay con quien compartir ese día, la verdad no tienes nada.
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