Como madre, quiero controlarlo todo…pero tengo mis límites. Los auto impuestos y los que me impone mi condición humana. Tengo una sola hija, y por muchas razones, así será. Esto me lleva a ejercer un control especial sobre mi misma… no puedo convertirme en “mamá helicóptero” sólo para escudarla de todo. Para las que no lo saben, mamá helicóptero es el término moderno usado para la mamá que, como helicóptero, sobrevuela encima de su hijo las 24 horas del día. Me niego a convertirme en eso. No sólo no tendría vida, sino que sería una real pesadilla para una niña adolescente de 15 años. Ni hablar, eso queda descartado. Esa es la parte de límites auto-impuestos.
Ahora están los otros… los límites que duelen en el alma, los que queman en tu cerebro, los que no puedes ver ni tocar. El niño “bully”, la fiesta a la que no la invitaron, las cabezas rotas, los moretones o hasta la llamada a medianoche desde el hospital. Sólo de pensar en eso, me tiemblan las manos al escribir. Mi humanidad no me permite estar en todos lados y a cada segundo. No me deja quitar lo intangible del camino y ahorrar lágrimas o disgustos.
Y si abro el compás, simplemente me siento más pequeña aún. No podré evitar guerras, sequías, hambrunas ni tampoco la maldad del hombre. Veo las noticias y no puedo dejar de pensar en el futuro que le espera a mi hija y a los millones de niños que hoy tienen 5 años. No comprendo la mitad de los conflictos del mundo, pero si veo el irreversible daño que hacen a la humanidad.
Entonces, ¿qué me queda?. ¿Qué poder tengo? Ninguno… y eso es lo que le debo enseñar a mi hija. No hay poder, ni fórmula secreta. No soy súper mujer, súper mamá o su mejor amiga; soy su mamá y punto. Soy amor y eso es lo que puedo ofrecer en todo momento. Amor para las adversidades, amor para las alegrías, amor para corregirle, amor para sostenerla. Es cierto que no podré evitar lo que pasará en el futuro, inmediato o lejano, pero lo que sí puedo evitar es que se sienta sola, desprotegida o desconfiada.
De jóvenes creemos que lo podemos todo, incluso hasta la adultez, pero cuando llega un hijo, empezamos a comprender esos de los límites. Sobre pasamos el límite del sueño y el hambre para atenderles; limitamos conductas y palabras para dar un buen ejemplo y marcamos límites para que no se hagan daño. En fin, pasaremos la vida creando y borrando limitaciones para ellos y por ellos. Pero lo único que podemos entregar sin una sola medida y sin un sólo recato es el amor. Es amor que nos sustentará como padres y que les acompañara a ellos como seres humanos en este mundo.
Así que esta noche, en silencio, abrazaré a mi hija más fuerte… para que sienta que estoy allí y que no importa lo que pase, siempre puede contar con mi amor.
- janett