"Mamá ya no quiero ir a ballet" dijo mi hija de 5 años muy decidida y confiada. Admito que un pedazo de mi corazón se rompió (hasta lo pude oír). Mis sueños de hermosa primma ballerina se fueron por el drenaje. Ya sé como suena, esta loca vivía a través de su hija... y puede que una pequeña parte de mi si quiere verla bajo las luces del escenario bailando de puntitas. Pero la gran mayoría de mi sabe que no se le puede obligar a nadie a nada.
Pero antes de decir "OK" quise saber qué causó este repentino rechazo a una actividad que le ha brindado tanto a ella. Cosas que ella tal vez por su corta edad no valora, pero yo que estoy afuera puedo verlas.
Mi hija empezó ballet hace 3 años, es decir a los 2 añitos de edad. La mega timidez que tenía la vi disolverse en el escenario, y aunque bailó pésimo, no lloró ni quedó de hielo. Ya eso valía todo. Segunda y tercera presentación pude ver cómo había crecido la confianza y disminuido la timidez. Además de todo eso que alimentó su carácter, también la vi disfrutar con sus amiguitas... reír, cantar y actuar como pequeñas hadas con alas incluidas. Por eso me dejó fría cuando exclamó tan asertiva que no regresaba.
Al principio dije, "esta bien" y esa semana no la mandé a clases. Pero mi esposo insistió en que investigara más porque la razón para dejarlo debía ser de peso. No sospechaba de las cosas horribles que le vienen a la mente a la madre moderna: bullying, sentirse inferior en habilidad o una compañera con dientes traviesos. No quería ser la madre consentidora que cede de una vez...cosa que nos pasa mucho por no lidiar con el incesante "nooo quiero", el refunfuño, las malas caras y demás torturas a las que somos sometidas las madres cuando un hijo no quiere hacer algo. Y créanme, casi caigo. La pataleta por las mallas fue la gota que derramó mi copón (porque eso del vaso ya no me resuelve).
La forma en la que preguntas también tiene su técnica, eso de "pero dime por qué" no me llevaba a ningún lado porque la respuesta era: porque no. Así que cambié el método... y preguntaba cómo le iba a fulana y sultana. Allí respondió que ya no estaban en clases. Pista #1 no están sus amigas. Pregunté si la teacher nueva era agradable: dijo que si pero que las clases eran iguales todos los días. Pista #2 está aburrida. Y luego, por el gran premio, ¿y si te cambio de escuelita a ver que tal? y dijo si. Pista #3 no es ballet es la clase en si.
Si ya había llegado hasta allí por qué no subir el nivel. Así que llamé a la escuelita y expliqué lo que pasaba. Me comentó la dueña que para las próximas clases habrían más niñas y que eso haría la clase más dinámica. Así que le pedí a mi peque, darle otra oportunidad. Por suerte acepto. Y, ¿que tal? fuimos a una clase más donde conoció niñas nuevas y nuevamente se divirtió.
Con esta nueva experiencia aprendí que debo tener paciencia, saber preguntar, saber escuchar, y sobretodo, no ceder a la primera (cosa que se es difícil cuando eres mamá de 1). En cuanto a ella, espero haberle enseñado a darle una segunda oportunidad a las cosas que merecen la pena.
Si te encuentras en una situación similar o temes que pasarás pronto por ella. Aquí te dejo unos puntos a considerar que me encontré en el Huffington Post cuando busca buscaba iluminación en cuanto a cómo atacar este tema.
Cuando su niño se le acerca anunciando que quiere dejar de hacer un deporte o hobbie, trate de ser empático. El proceso empático permite a los niños hablar con sus padres acerca de sus sentimientos, mientras que los padres escuchan activamente y sin interrumpir con reproches. Luego de escuchar, los padres tienen la oportunidad de hablar. En última instancia, los padres y los niños hablan juntos resolver el problema, mediante la participación de todos para encontrar la solución. Esta experiencia sin reproches, crea un espacio seguro en el que padres e hijos pueden retomar la conversación cuando sea necesario. Durante este proceso, se puede aprender más acerca de por qué su hijo quiere dejar de participar.
Algunos de los motivos para dejar un deporte puede derivar de experiencias sociales en vez de emocionales. Si se trata de no llevarse bien con un compañero de equipo, o se siente avergonzado por algo que hizo mal en un momento ... la participación de los padres a menudo puede remediar el problema. Si realmente ama el deporte y sólo está pasando por un mal momento temporal, abandonarlo puede no ser la mejor opción. Si el caso es que lo quiere dejar por razones que no pueden ser remediadas por la participación y consejo de los padres - ya sea porque ya no disfruta del deporte, porque se encuentra con el horario demasiado agitado o interfiere con la escuela o porque prefiere uno más que otro que esté practicando - permítale dejarlo. Los deportes son juegos que se jugarán, no soportado.
Apoyar las decisiones de su hijo, es estar allí para él. Hágale saber que cualquiera que sea la actividad que elija a seguir para encontrar su talento, usted estará allí, animándole. *Por Dra. Gail Gross*
un abrazo, xoxo