Adiós 2014



Después de mucho tiempo sin escribir, pensé apropiado que el último día del año fuese el día para hacerlo. Siento una atracción magnética hacia las teclas en estos momentos... como todos, los últimos días del año lo he pasado en una licuadora de actividades y emociones.

En el trabajo, he estado tratando de cerrar el año lo más organizada posible, lo cual en realidad es virtualmente imposible porque siempre pasa algo, ¡que viva el retail! Cumplo exactamente 1 año de haber decidido reincorporarme a la masa de personas que van a diario a una oficina y debo decir, que dejar mi pequeña oficina en casa y a mi hija, en principio fue logísticamente difícil y emocionalmente melancólico, pero con el correr del calendario logré un balance semi-estable y aprendí a disfrutar de esta nueva experiencia. El tiempo para mi misma y para mi familia se redujo drásticamente pero aprendí el arte de la calidad del tiempo y el poder de un fin de semana sin planes solamente estando en pijama. Encontré nuevos amigos, me enamoré del retail, me estresé hasta el estado catatónico (bueno, así se sintió), aprendí, me equivoqué y fijé metas. En la balanza y en introspectiva, mi decisión de trabajar fuera de casa enriqueció mi vida.

En lo personal, el año resulto esquivo y travieso. Decidió complicarme físicamente para hacer las cosas más interesantes. Después de sufrir de dolores inexplicables por ya varios años, el 2014 me regaló una definición... o eso pensamos. Padezco de algo que debilita mis extremidades y su energía. Hay días donde cargar una bolsa con compras duele, hay días en los que no entiendo como mi cuerpo simplemente dejó de ser el que siempre conocí, hay días que debo saber que ropa ponerme para que no me molesten las piernas o los brazos y... hay días perfectos. Cargar un pastillero y visitar la farmacia más que el supermercado es rutina. Como todo en la vida, si miras bien, puedes hasta en el más árido desierto descubrir un oasis. Aprendí que hay fortaleza en el dolor, que siempre te puedes levantar si lo decides. También aprendí a decir que no... y se que suena mal y egoísta, pero mi condición me obligó a entender que la diferencia entre un día con dolor y uno sana, es decir que no. A veces en la vida deseamos hacer más y más, porque todo es tan rápido y queremos hacerlo todo. Sé que en el camino he dejado de hacer cosas y que he dejado de estar presente en otras, pero ha sido la única forma de poder estar presente para mi hija y esposo a diario, lo demás...simplemente queda para balancearlo como acto de circo. Aunque suena más malo que bueno, más trágico que alentador, me reencontré con la fuerza interior que no creí quedaba dentro de mi. Ya venía de un 2013 complicado con mi esposo operado del corazón y recibiendo tratamiento médico intenso por mucho tiempo. Y aún así, allí está... puede disminuirse al punto de pensar que se ha desvanecido, puede no manifestarse con toda intensidad pero sigue allí, mi fuerza interior y sólo puedo pensar que viene de D"s. El me la envía en las pequeñas cosas...Regresa a mi cuando río con mi hija, se recarga cuando en casa de noche nos abrazamos y nos decimos que nos amamos, se afianza cuando aún con dolor me levanté y salí de mi casa.

Mi otro yo (la Mommy List), encontró un espacio maravilloso en Instagram en el 2014. Lo que inicié simplemente por seguir haciendo lo que me gusta de una manera más rápida e inmediata (con mi nuevo trabajo el tiempo era escaso), se convirtió en un espacio maravilloso y en la oportunidad de seguir apasionada. Encontré a otras mamás como yo, que comparten sus consejos, sus vivencias y su conocimiento. Sigo maravillada en ver como nos unimos sin vernos, sin concernos y estando lejos unidas solamente por una pantalla. Es un poder concentrado...el poder de las madres de ayudar, cambiar y formar el futuro de nuestro hijos y por consecuente, del mundo. Siempre se ha dicho que la esperanza del mundo son los niños y detrás de ellos estamos los padres. Es por ello que sigo apostando por ese pequeño espacio cibernético donde me uno con otros padres. Apuesto por mi hija y por los demás niños. Apuesto por todas las madres que no siempre hacemos las cosas bien, pero las hacemos con amor.

Y así cierra mi año, con altas y bajas como todos. ¿Pero saben que es lo bueno, lo mejor? Que se nos regala la oportunidad de otro año. 365 días para volverlo a hacer... volver a intentar lo que hicimos mal, mejorar lo que quedó a medias, perfeccionar lo que hicimos bien e intentar lo que ni siquiera concebimos.

Eso es lo más grande, la esperanza de una nueva oportunidad... no importa si lo haces mal, bien, regular o perfecto... no dejes de tomar la oportunidad. Tómala, es tuya para hacer algo de ella.

Feliz Año Nuevo!

xoxo